La soledad y el aislamiento son problemas sociales que merecen una atención especial, pero hay otra cara de esta historia que merece un análisis más profundo.
La soledad y el aislamiento son, sin duda, problemas sociales que merecen una atención especial, concretamente porque los estados crónicos de soledad se relacionan con consecuencias negativas como la depresión y una esperanza de vida más corta.
La verdadera soledad dirige la atención hacia el interior. Es momento de bajar el ritmo y reflexionar. Un momento para hacer lo que nos plazca, no para complacer a nadie más. Un momento para estar emocionalmente disponibles para nosotros mismos, en lugar de para los demás. Cuando pasamos nuestra soledad de estas maneras, los beneficios se acumulan: nos sentimos descansados y rejuvenecidos, ganamos claridad y equilibrio emocional, nos sentimos más libres y más conectados con nosotros mismos.
Es cierto que si no tenemos una comunidad de relaciones cercanas a la que regresar después de estar solos, la soledad puede conducir al aislamiento social. Pero también es cierto que demasiada interacción social es agotadora, y dicha sobrecarga afecta negativamente la calidad de nuestras relaciones. La reciente tendencia del país hacia pasar más tiempo a solas puede reflejar en parte el deseo de un mayor equilibrio en una vida demasiado ocupada, demasiado programada y, sí, demasiado social.
Así como la conexión con los demás es esencial para nuestro bienestar, también lo es la conexión con nosotros mismos.